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Todas y cada una de las semanas, escuchamos sobre nuevas filtraciones de datos, pirateos y divulgaciones de información financiera y personal confidencial.

El mes pasado, fue el ataque cibernetico en el Oleoducto Colonial en los Estados Unidos, causando picos en los precios del gas y largas colas en la bomba. Antes de eso, se supo la noticia de una fuga de datos que afectó a quinientos millones de cuentas de Facebook, un bot que logró eliminar con éxito 500 millones de cuentas de LinkedIn y un hackeo en la Universidad de Stanford que expuso miles de números de seguridad social y detalles financieros. El ciclo es interminable.

La gran cantidad de informes de fugas de datos, piratería y estafas en las cuentas afectadas ahora ha crecido tanto que los consumidores y usuarios se quedan atónitos. Cuanto más crece ese número, más nos entumecemos.

Pero las violaciones de datos privados importan. Y los consumidores deberían estar debidamente enfadados.

Porque por cada error de la empresa, explotación de piratas informáticos y base de datos gubernamental insegura, hay miles de empresas y organizaciones que lo hacen bien, manteniendo los datos de los usuarios seguros, encriptados y lejos de miradas indiscretas.

Y si bien los países individuales de la Unión Europea tienen sus propias leyes de privacidad y datos, el aspecto más problemático aquí es el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que con demasiada frecuencia hace que sea más difícil para las empresas legítimas proteger los datos, no menos.

Si bien siempre debemos estar atentos a las posibles filtraciones y ataques, una de las principales preocupaciones de una ley o directiva de privacidad de datos inteligente y de sentido común debe ser defender la innovación, lo que no es el caso en este momento.

Para cada nueva empresa de datos de salud, empresa de logística o dispositivo portátil de consumo, la recopilación y retención adecuadas de datos son un valor fundamental. Mientras más reglas sean uniformes, claras y no creen barreras de entrada, más innovación veremos en lo que respecta a la protección de datos.

Deberíamos incentivar a las empresas a adoptar estándares de interoperabilidad y datos abiertos para garantizar que los datos sean portátiles y de fácil acceso para los usuarios. Las principales redes sociales ahora permiten esta previsión, y ha sido el estándar para los datos de sitios web durante varios años.

Si eso se convierte en el estándar, los consumidores podrán elegir las marcas y los servicios que mejor se adapten a sus necesidades e intereses, en lugar de solo las empresas que quedan en pie tras la sobrerregulación.

Al mismo tiempo, si vamos a tener reglas de privacidad revisadas en la UE, deberíamos consagrar el principio de neutralidad tecnológica, donde el gobierno evita decretar ganadores y perdedores. Eso significa que regular o respaldar varios formatos de datos, algoritmos o tecnología debe ser determinado por empresas y consumidores, no por agencias gubernamentales sin el conocimiento necesario para tomar buenas decisiones. El reciente intento de la UE de designar el "cargador de teléfono común" como la conexión micro-USB, en un momento en que las conexiones USB-C se están convirtiendo en el estándar de la industria, es un ejemplo sencillo.

Esto también se extiende a las prácticas de innovación como la publicidad dirigida, la orientación geográfica o la personalización, que son clave para la experiencia del consumidor.

Además de eso, debemos tener cuidado con todos los intentos de prohibir el cifrado para uso comercial y personal.

La presión tiene montado a la Comisión Europea para revisar el cifrado por parte de actores privados, pero eso sería un error.

La razón por la que el cifrado sigue siendo una herramienta poderosa en el arsenal de las empresas y agencias que manejan nuestros datos y comunicaciones es porque funciona. Debemos defenderlo a toda costa.

Si bien hay mucho de qué preocuparse cuando se trata de infracciones y pirateos en línea, los consumidores deberían poder beneficiarse de un mercado innovador de productos y servicios, libre de regulaciones que con demasiada frecuencia restringen el progreso.

Este equilibrio es posible y necesario, tanto si queremos tener una experiencia online más segura, como si queremos seguir contando con la mejor tecnología a nuestro alcance para mejorar nuestra vida.

Publicado originalmente aquí.

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