Luca Bertoletti y Maria Chaplia, Senior European Affairs y Asociada de Asuntos Europeos,en el Consumer Choice Center respectivamente, analizaron la decisión del Gobierno argentino de declarar “esenciales” a los servicios de telecomunicaciones y las consecuencias que traerá no sólo en el país, sino en el mundo.
La semana pasada, en un intento por asegurar el acceso irrestricto de todos a los servicios de telecomunicaciones, el gobierno argentino decidió extender la congelación de precios de los servicios de TV, Internet y móviles hasta fin de año, por considerarlos “servicios públicos esenciales”. Los precios de estos servicios han estado congelados desde mayo, y se esperaba que la prohibición se levantara a finales de este mes.
Prohibir que las empresas de telecomunicaciones suban los precios puede parecer una política sensata, pero es todo lo contrario. Los controles de precios son una política económica desastrosa e irresponsable que solo conduce a una escasez de oferta, lo que priva a los consumidores de opciones, expulsa del mercado a las empresas que alguna vez tuvieron éxito y reduce la calidad de los servicios prestados.
La crisis de Covid-19 ha sobrecargado a la mayoría de las economías del mundo y Argentina no es diferente. El camino hacia la recuperación económica requerirá una gran inversión que requiere la certeza legislativa. Las empresas latinoamericanas a menudo tienen que recurrir al financiamiento externo y cuando surgen riesgos sin precedentes, como los controles de precios, el costo del financiamiento también aumenta, según Maryleana Méndez, secretaria general de la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones.
A primera vista, la decisión del gobierno argentino de extender los controles de precios puede verse como la que beneficia a los consumidores. La lógica detrás de dichos controles de precios es clara: asegurarse de que todos los consumidores argentinos, incluso los de bajos ingresos, puedan disfrutar de los servicios de televisión, Internet y móviles.
Si bien este enfoque tiene su origen en motivos nobles, lamentablemente está condenado al fracaso y, al final, las empresas perderán todos los incentivos para operar en el mercado. Si las empresas no tienen la libertad de fijar precios como deseen, teniendo en cuenta sus costos operativos, ¿cuál es la razón para continuar? Una solución es reducir la calidad de sus precios simplemente para mantenerse a flote. Por el contrario, los consumidores que pueden pagar más se quedan fuera y no se puede satisfacer su demanda.
La intromisión del gobierno argentino en las fuerzas del mercado es inaceptable y socialista en su esencia, y también empeorará la relación del país con el Fondo Monetario Internacional. Y aunque el gobierno del presidente Alberto Fernández (y sus predecesores) ha desconfiado ampliamente del FMI, Argentina es el principal cliente del FMI.
El país ha recibido más de 20 programas de ayuda financiera del FMI desde finales de la década de 1950. Argentina permanece constantemente al borde del colapso, por lo que ya es hora de que el país tome el camino de la liberalización económica y comience a tomar su relación con el FMI más en serio en lugar de llevar a cabo otra intervención dañina y populista. Los controles de precios son masoquismo económico.
Todo consumidor desea tener tantas opciones para elegir como sea posible y poder equilibrar razonablemente el precio y la calidad. Si no hay nadie que les proporcione estas opciones, todos pierden, especialmente a largo plazo. Al igual que con los derechos de propiedad intelectual, si las empresas no obtienen protección para sus invenciones, hay pocos incentivos para que innoven.
La sobreregulación de la industria de las telecomunicaciones es una política costosa que tendrá un impacto negativo en el clima de inversión de Argentina en el futuro, obstaculizando su recuperación económica y destruyendo su relación con el FMI. El gobierno de Argentina debería recuperarse y comenzar a tomar las decisiones correctas, en lugar de empujar al país más hacia abajo. Argentina se merece algo mejor que un gobierno populista que pretende actuar en interés de los consumidores ampliando los controles de precios de los servicios de televisión, internet y móviles a costa de la prosperidad futura.
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