La 'Década Digital' de la UE enfrenta desafíos, incluidos retrasos en el sector público, sobrecalentamiento del mercado y un costo adicional de al menos 250 mil millones de euros, que pueden obstaculizar el éxito de las reformas en toda Europa. Se necesita un enfoque más realista y crítico, escribe Eglė Markevičiūtė.
Eglė Markevičiūtė es directora de Política Digital e Innovación del Consumer Choice Center y ex viceministra de Economía e Innovación de Lituania.
La Unión Europea está fijando su mirada en el futuro, un “plan quinquenal” a la vez. Adoptado en 2022, el “2030 Digital Compass: el camino europeo para la década digital” ha encendido el discurso sobre el futuro digital de Europa y cómo planificar sin sofocar la innovación tecnológica en el corto plazo.
La Comisión Europea ha prometido un compromiso sustancial de más de 165 mil millones de euros para estos objetivos, pero la experiencia europea muestra que el dinero no puede comprar un plan bien coordinado. El éxito de la Década Digital depende de niveles sin precedentes de coordinación y reforma a todos los niveles entre las instituciones de la UE y los Estados miembros. Hacer esto bien resultará todo menos sencillo.
Los Estados miembros tenían hasta octubre de 2023 para elaborar hojas de ruta estratégicas para el uso de inteligencia artificial por parte de las empresas para implementar el plan de la Comisión, pero la mayoría ya llegaba tarde. Las esperanzas de un plan decenal probablemente se reducirán a casi la mitad, si no menos.
La Comisión afirma que el éxito de la Década Digital depende de reformas políticas relevantes, mejoras en los entornos empresariales, nuevos incentivos financieros y mayores inversiones en tecnologías e infraestructuras digitales. De todos estimados, eso significa al menos 250 mil millones de euros adicionales para acercarse a estos objetivos.
La clave de todo esto serán las reformas políticas, que no son nada fáciles. El Fondo de Recuperación y Resiliencia (MRR) es un buen ejemplo, con casi el veinte por ciento de los 723 millones de euros asignados a reformas digitales. Algunos países, particularmente los más pequeños, están lidiando con una respuesta del mercado sobrecalentada, donde los proveedores de TI luchan por seguir el ritmo del cambio. El estado actual del mercado único de la UE en lo que respecta a la contratación pública y los complejos procesos de contratación dentro de los estados miembros impide una participación empresarial transfronteriza fluida. Todo esto pone en riesgo los esfuerzos de reforma.
En el ámbito del cumplimiento y la capacidad del sector público, la Comisión pretende implementar un complicado conjunto de regulaciones, incluida la Ley de Servicios Digitales, la Ley de Mercados Digitales, la regulación de la privacidad electrónica, la Ley de Inteligencia Artificial, la Ley de Gobernanza de Datos, la Ley de Datos y la Ley de Ciberseguridad. , el reglamento de identidad electrónica actualizado (eIDAS 2), la Directiva de seguridad de la información y las redes actualizada (NIS2) y más. Por muy exhaustiva que pueda ser esta lista para innovadores y emprendedores, también requiere una expansión significativa de la capacidad del sector público, que algunos países, especialmente aquellos con burocracias más pequeñas, ya han estado criticando en silencio.
Un punto crucial establecido en estos planes es el principio de soberanía digital de la UE, incluida la necesidad de fomentar las empresas con sede en la UE y aplicar medidas de soberanía digital a los proveedores de alto riesgo de activos críticos. La exclusión de la tecnología procedente de países que suponen una amenaza para la seguridad nacional de la UE hace tiempo que debería haberse hecho. Sin embargo, la experiencia de reformas similares en algunos estados miembros demuestra que el proceso de exclusión es problemático, dada la composición global del mercado de las TIC. Las alternativas europeas como la computación en la nube todavía son mínimas, y la transición desde las soluciones existentes impondría cargas financieras, regulatorias y arquitectónicas a los países de la UE.
Como sugiere el plan, duplicar el número de unicornios europeos es una tarea desalentadora. La UE está muy por detrás de otras áreas económicas con solo 249 unicornios a principios de 2023, mientras que Estados Unidos cuenta con 1.444 y China tiene 330. Las nuevas empresas bálticas, en particular, enfrentan obstáculos para cumplir con las nuevas regulaciones de la UE. Sumado a las diferentes regulaciones entre los estados miembros, esto conspira para disuadir a las nuevas empresas de Europa del Este y del Báltico de buscar oportunidades y escalar dentro del bloque. El crecimiento de las nuevas empresas tecnológicas depende en gran medida del acceso al talento y, si bien La Comisión Europea quiere competir con Silicon Valley por el talento, atraer talento digital del Sur Global y otras regiones sigue siendo importante y debería ser esencial para abordar la continua fuga de cerebros europeos hacia Estados Unidos.
La Década Digital establece un listón alto para la innovación en computación cuántica, inteligencia artificial, semiconductores, blockchain y más. Sin embargo, lograr avances tecnológicos significa no sólo apoyo político e incentivos financieros, sino también un cambio profundo en la mentalidad de las instituciones científicas europeas. Traducir la excelencia académica europea en productos y servicios comercializables y comercializables sigue siendo un desafío. El ecosistema de innovación europeo, diseñado para respaldar todo el ciclo de vida de la innovación, a menudo se caracteriza por la fragmentación, la politización y la falta de rendición de cuentas. Por lo tanto, un mayor enfoque en las reformas educativas y científicas es crucial para el éxito final de la Década Digital.
La Década Digital de la UE es una visión ambiciosa para el futuro de Europa, con objetivos importantes en habilidades digitales, negocios, infraestructura y servicios electrónicos públicos. Planificar a lo grande y ser ambicioso tiene beneficios, pero dada la sombría experiencia de Europa en diseños a gran escala, asignar fondos sustanciales, sobreestimar la capacidad burocrática y tecnológica y no alcanzar los objetivos deseados debería enseñar a Europa a ser más realista y crítica. Sólo una evaluación crítica, práctica y transparente de la capacidad y las aspiraciones individuales de los Estados miembros ayudaría a evitar los resultados habituales.
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