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La Comisión Europea presentará hoy un marco regulatorio que determinará el futuro de la economía digital europea en los próximos años.

Tanto la Ley de Servicios Digitales (DSA) como la Ley de Mercados Digitales tienen como objetivo prevenir y castigar los comportamientos anticompetitivos en las plataformas digitales, en particular, aquellas con al menos 45 millones de usuarios. Si bien ese es un momento histórico para la política digital de la UE, se espera que la naturaleza misma de estas nuevas regulaciones sea punitiva y sus consecuencias no deseadas podrían frenar la innovación en lugar de mejorarla.

El objetivo de la Comisión Europea de mantener a raya a los grandes gigantes tecnológicos se hizo evidente hace mucho tiempo cuando comenzaron a desarrollarse las investigaciones antimonopolio en Facebook y Amazon. La caza de brujas tras las acciones anticompetitivas ha sido el resultado del desconocimiento de la Unión Europea sobre estas nuevas plataformas y cómo operan sus cadenas de suministro.

La Ley de Mercados Digitales intentará resolver este problema a través de una serie de restricciones ex ante que indicarán a las grandes plataformas cómo comportarse y mediante la introducción de una nueva herramienta de competencia.

Se deben considerar varios factores para que estos desarrollos sean justos y menos dañinos de lo que parece a primera vista. Primero, las regulaciones ex ante deben limitarse a las grandes plataformas en línea que califican como guardianes y no deben discriminar entre ellas. Sin embargo, teniendo en cuenta que el mundo de la tecnología está en constante evolución y la economía como tal va a cambiar, es crucial que las regulaciones ex ante sean concisas, directas y flexibles.

Un enfoque inteligente sería lograr un equilibrio entre la necesidad de salvaguardar la competencia y permanecer lo suficientemente liberal como para no bloquear la innovación. Un código de conducta que establezca prácticas específicas en la lista negra sin hacer que los costos de cumplimiento sean excesivamente altos para los guardianes y preservar la elección del consumidor podría ser lo más cerca que podamos llegar a un compromiso.

El retraso digital de la Unión Europea es bien conocido, y si frenamos aún más nuestra economía digital, podríamos encontrarnos al final de la cola para el bienestar económico. La narrativa clave de la reforma digital de la UE no debería ser "castiguemos a las grandes tecnológicas por su éxito", sino "creemos las condiciones favorables para las empresas más pequeñas". Otorgar a la Comisión poderes de investigación a gran escala sería una medida extremadamente peligrosa que probablemente solo aumentará la cantidad de costosos procedimientos antimonopolio sin impulsar la innovación.

Contrariamente a la creencia generalizada, los bloqueos son con demasiada frecuencia una elección consciente realizada por los consumidores en ausencia de una alternativa viable. Por lo tanto, deberíamos facilitar la entrada de las pequeñas empresas y que las existentes operen en igualdad de condiciones con las más exitosas. Necesitamos un mercado único digital que pueda satisfacer las necesidades de
consumidores europeos sin ninguna interferencia externa.

Aunque la transparencia es igualmente importante, sus objetivos no deberían llevarnos más allá de los límites y convertir a la Comisión en un tribunal de honestidad. El hecho mismo de que las plataformas digitales aporten valor a los europeos es una clara indicación de que hacen algo bien, y eso debería ser suficiente para que la Comisión forme su juicio. La demanda inigualable de servicios digitales, incluidos los proporcionados por la gran tecnología, habla por sí sola.

La mejor manera de abordar la presentación de hoy del nuevo marco digital es ser realista acerca de sus consecuencias no deseadas. Nuestro objetivo debe ser la innovación, no el castigo.

Publicado originalmente aquí.

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