La economía húngara se encuentra en una encrucijada. El actual sistema de capitalismo clientelista sofoca la innovación, desalienta el espíritu emprendedor y aleja a las mismas personas que podrían construir un futuro mejor.
En una noche de sábado bulliciosa, justo antes de Navidad, uno podría esperar que los restaurantes del centro de la ciudad estuvieran llenos de animadas conversaciones y tintineos de copas. Sin embargo, allí estaba: un establecimiento en una ubicación ideal, extrañamente vacío. Cuando compartí esta rareza con un amigo que es dueño de un restaurante, su comentario fue cortante: “Si hubiera recibido tantas subvenciones de la UE, también me molestarían los clientes”.
Esta simple observación dice mucho sobre la situación de las empresas en Hungría. Los fondos de la UE, destinados a fomentar el crecimiento y el desarrollo, han creado un sistema que premia las conexiones por encima de la innovación, las subvenciones por encima del servicio y las solicitudes de subvenciones por encima de la satisfacción del cliente. La economía húngara se ha distorsionado hasta el punto de que la competencia por los clientes ha pasado a un segundo plano frente a la competencia por el dinero de la UE, que también escasea ahora.
Esta distorsión va mucho más allá de un solo restaurante vacío. Es emblemática de un sistema que sofoca el espíritu emprendedor, socava la competencia leal y expulsa del país a los innovadores más talentosos de Hungría.
Un sistema diseñado para aquellos con conexiones políticas
La distribución de las subvenciones de la UE en Hungría es todo menos transparente. En lugar de fomentar la innovación y el desarrollo económico, el gobierno ha utilizado esos fondos para construir una nueva élite económica: una casta de empresarios con conexiones políticas, a menudo llamada la “élite NER”, en honor al Sistema de Cooperación Nacional del Fidesz (Nemzeti Együttműködés Rendszere). En realidad, los miembros de esta élite progubernamental y clientelista son los que se benefician de los fondos de la UE, ya que el gobierno de Orban los ha utilizado para redistribuirlos entre sus oligarcas y clientes políticos.
Estas empresas, que a menudo son propiedad de aliados cercanos del partido gobernante o están bajo su control, reciben subvenciones no por su potencial de mercado o por sus ideas innovadoras, sino por su lealtad al régimen. Su éxito no se mide por la cantidad de clientes que atraen o el valor que crean, sino por su capacidad para obtener subsidios.
El resultado es un entorno empresarial en el que las conexiones prevalecen sobre la competencia y el favoritismo desplaza al auténtico espíritu emprendedor. Estas empresas, que cuentan con respaldo político, operan sin tener en cuenta las fuerzas del mercado, lo que crea distorsiones que repercuten en toda la economía.
La muerte de la verdadera competencia
El restaurante vacío es una metáfora perfecta de la realidad económica más amplia de Hungría. Cuando se distribuyen en función del favoritismo político, las subvenciones de la UE destruyen la dinámica natural de la competencia. Las empresas que cuentan con abundante dinero de subvenciones pueden permitirse ubicaciones privilegiadas, campañas de marketing suntuosas y salarios inflados sin necesidad de atraer clientes ni ofrecer calidad.
Mientras tanto, los empresarios genuinos –aquellos que construyen negocios sobre la base de la creatividad, el trabajo duro y la satisfacción del cliente– no pueden competir. Sus rivales tienen una ventaja injusta, con subsidios que los aíslan de las mismas fuerzas del mercado que deberían impulsar la innovación y la excelencia.
En lugar de fomentar un ecosistema empresarial dinámico, la economía húngara se ha convertido en un campo de batalla en el que las empresas no compiten por los clientes, sino por las subvenciones de la UE. El éxito depende de contar con los mejores redactores de subvenciones o las conexiones políticas más sólidas, no con los mejores productos o servicios.
¿Por qué perfeccionar su menú o capacitar a su personal cuando su éxito financiero ya está garantizado por una subvención? Esta mentalidad se ha infiltrado en todos los rincones de la economía, socavando el espíritu emprendedor que debería ser la columna vertebral del crecimiento del país.
El éxodo de los empresarios
Para muchos empresarios húngaros, el sistema no sólo es injusto, sino también desesperanzado. Enfrentados a un juego amañado, votan con los pies y abandonan Hungría en busca de oportunidades más justas en el extranjero. Más de 800.000 húngaros han emigrado en la última década, entre ellos algunos de los empresarios e innovadores más talentosos del país.
Estas personas no buscan simplemente salarios más altos o mejores condiciones de vida, sino un entorno en el que su éxito esté determinado por sus ideas, sus esfuerzos y la demanda del mercado, no por su capacidad para desenvolverse en un sistema corrupto y controlado políticamente.
La pérdida de estos empresarios es un golpe devastador para la economía húngara: la innovación se agota, las empresas cierran y el país depende cada vez más de la financiación externa en lugar del dinamismo interno.
Un mercado laboral distorsionado
Las distorsiones causadas por las subvenciones de la UE se extienden al mercado laboral. Las empresas subvencionadas pueden permitirse pagar salarios inflados o contratar más trabajadores de los que necesitan, lo que aleja el talento de los auténticos empresarios que no pueden igualar esos salarios artificiales.
Esto crea un mercado laboral en el que los empleos más lucrativos no se encuentran en las empresas más innovadoras o productivas, sino en las empresas con conexiones políticas. A menudo, se contrata a los empleados no por sus habilidades o experiencia, sino por su lealtad al sistema que mantiene a flote a esas empresas. Este statu quo sofoca la meritocracia y desalienta a los trabajadores a seguir carreras en campos realmente innovadores.
El camino a seguir
La economía húngara se encuentra en una encrucijada. El actual sistema de capitalismo clientelista, alimentado por fondos de la UE, es insostenible. Ahoga la innovación, desalienta el espíritu emprendedor y aleja a las mismas personas que podrían construir un futuro mejor.
Para revertir esta tendencia, son necesarios varios cambios clave, entre los que se incluyen la transparencia y la rendición de cuentas. Esto significa que los fondos de la UE deben distribuirse en función de criterios claros y justos que recompensen la innovación y el beneficio público, no la lealtad política. Lo mismo se aplica al acceso. Las pequeñas empresas y las empresas emergentes deben tener acceso a la financiación y los recursos sin necesidad de conexiones políticas. Sin embargo, esto no se puede hacer una vez que el gobierno controle todos los canales existentes. Debe descentralizarse para reducir el control del gobierno sobre la distribución de las subvenciones, lo que puede ayudar a eliminar el amiguismo y el favoritismo.
Para que Hungría prospere, su economía debe basarse en la creatividad, el trabajo duro y la resiliencia de las personas, no en subvenciones y favores políticos. La fábula del restaurante vacío sirve como una dura advertencia: cuando las empresas dejan de competir por los consumidores y empiezan a competir por los subsidios, todo el sistema se derrumba.
El verdadero potencial de Hungría no reside en sus subsidios, sino en su gente. La pregunta es si el país aprovechará ese potencial o seguirá por el camino del estancamiento y la decadencia.
Publicado originalmente aquí