Las normas de la UE están acabando con la innovación vital en biotecnología.
Resistente a virus tomate, resistentes a las enfermedades arroz, tratamiento con células madre para parálisis, para enfermedades del corazón, para lesión de la médula espinal e incluso para reparación de córnea Estas son solo algunas de las muchas innovaciones que se hicieron posibles a través de la edición de genes.
Canadá ha creado reglas permisivas para estos tecnologías, al igual que Japón, donde los científicos trabajan día y noche para encontrar tratamientos terapéuticos que eliminen el cáncer y el virus Zika.
En EuropaSin embargo, las perspectivas son sombrías. Los burócratas y los políticos están sofocando la velocidad con la que los científicos pueden poner los avances a disposición de los consumidores y pacientes. Por supuesto, las élites adineradas siempre podrán volar a Tokio o a la Clínica Mayo en Minnesota para recibir tratamientos. Pero para los británicos que no pueden permitírselo, necesitamos leyes y reglamentos que permitan la investigación y el desarrollo de tratamientos innovadores.
La edición de genes es efectivamente prohibido en toda la UE. La más mínima palabra a favor de tecnologías innovadoras como CRISPR (una destacada tecnología de edición del genoma) hace que los políticos le griten y ONG financiadas por la UE similar. Con brexit en el horizonte, el Reino Unido tiene una oportunidad única para adoptar la innovación.
Hay algo de luz al final del túnel en el continente. En el Foro Global para la Alimentación y la Agricultura (GFFA) en Berlín el próximo mes, aproximadamente 70 ministros de agricultura de todo el mundo tienen la intención de adoptar un comunicado sobre la dirección global de la agricultura. La esperanza es que estos delegados reconozcan el valor de tecnologías como la edición de genes. En Alemania, algunos activistas verdes como los Jóvenes Verdes parece estar despertando al problema Varios activistas han advertido que una regulación estricta hace que la aplicación de tecnologías genéticas sea más costosa, lo que significa que solo las grandes corporaciones pueden permitírselo.
Sin embargo, no podemos confiar en lo que sucede a nivel internacional. Gran Bretaña tiene la obligación con sus ciudadanos de permitir que los científicos desarrollen nuevas curas y nuevos alimentos para el siglo XXI. Brexit ofrece una oportunidad única para repensar las regulaciones biotecnológicas a medida que nos separamos de la UE dogma anti-ciencia. No podemos permitir que Gran Bretaña se quede atrás en la innovación global.
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