Las negociaciones comerciales entre los Estados Unidos y la Unión Europea son largas, tediosas y continuas. Ahora en 2021, todavía no han llegado a una conclusión. El esfuerzo de 2010 fue, con mucho, el más cercano, provocado por la propuesta Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), que habría creado la zona de libre comercio más grande del mundo. Con TTIP, más de 90% de tarifas se habrían reducido a cero, beneficiando a millones de consumidores en ambos lados del charco, a través de más competencia y opciones. Sin embargo, el acuerdo tuvo una muerte lenta debido a la falta de voluntad europea para hacer concesiones en las regulaciones agrícolas. La opinión pública en Europa se había vuelto contra el TTIP, ya que se consideraba que eludía las normas alimentarias de la UE al importar alimentos potencialmente dañinos. Bajo la administración Trump, la conclusión de nuevos acuerdos comerciales se volvió menos plausible debido al empeoramiento del clima político y la insistencia europea en que la agricultura no podía convertirse en parte de la ecuación.

A la larga, esto significa que mientras los estadounidenses y los europeos visitan los continentes y comen la comida del otro en viajes de negocios o de placer, no se benefician de los productos alimenticios de calidad que podrían entregarse a través de un comercio más libre. Para dos bloques políticos que durante mucho tiempo insistieron en la importancia del libre comercio, este lapsus es desafortunado. El intercambio de bienes y servicios es fundamental para el entendimiento y el intercambio político fluido entre dos bloques amigos.

La insistencia de Europa en el cumplimiento de sus normas alimentarias no debe verse como un obstáculo insuperable; en cambio, Estados Unidos debe hacer nuevos esfuerzos para concluir un acuerdo de libre comercio, sin adaptar sus propias normas nacionales a las de Europa. Esto no es por mostrar una línea dura, sino porque las regulaciones agrícolas de Europa son objetivamente inferiores a las de los Estados Unidos, al menos por el momento. 

Esta nota de política explora las razones por las que Estados Unidos no debería intentar emular las regulaciones alimentarias de la UE y ofrece una visión detallada de cómo sería un mundo sin herramientas de protección de cultivos.