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La regla propuesta por la FCC sobre facturación masiva quita opciones a los consumidores

En una medida que ha provocado tanto debate como preocupación, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) presentó una propuesta esta semana para remodelar la forma en que se facturan los servicios de banda ancha en edificios de apartamentos con múltiples inquilinos. 

En el centro de esta propuesta se encuentra la intención de fomentar la competencia y reducir los costos, pero su impacto potencial plantea importantes interrogantes sobre las opciones de los consumidores y la asequibilidad para las personas que buscan ahorrar dinero y acceder a Internet de alta velocidad.

La regla propuesta busca abolir los acuerdos de facturación masiva, donde los inquilinos incluyen el costo de los servicios de banda ancha en su alquiler o en las tarifas de la asociación de propietarios. Si bien la FCC sostiene que estos acuerdos obstaculizan la competencia, la evidencia sugiere que a menudo resultan en ahorros sustanciales para residentes: hasta 50-60% en algunos casos.

Las comunidades vulnerables, incluidas las personas mayores y las personas de bajos ingresos, serán las más afectadas por estos cambios. Para muchos de ellos, la facturación masiva representa un salvavidas para acceder a un acceso asequible a la banda ancha. Interrumpir este sistema podría exacerbar las disparidades existentes en la conectividad a Internet, marginando aún más a quienes menos pueden permitírselo y exacerbando la brecha digital, lo que iría en contra de la misión de la FCC en los últimos años.

También está la cuestión más amplia del despliegue de banda ancha. Al eliminar los incentivos para la facturación masiva, la FCC corre el riesgo de sofocar la inversión en infraestructura crítica, particularmente en áreas rurales desatendidas. 

Estos acuerdos brindan a los proveedores de servicios de Internet (ISP) la previsibilidad necesaria para expandir sus redes, alineándose con iniciativas más amplias como el histórico impulso del presidente Biden para acceso universal a internet. Sin estos incentivos, el despliegue podría retrasarse drásticamente en áreas desatendidas, dejando a los consumidores sin opciones de banda ancha confiables y competitivas. 

Además, poner fin a la facturación masiva amenaza con frenar la competencia al despojar a los residentes y consumidores de su capacidad de lograr colectivamente ahorros de costos debido a la concentración del servicio. Con una base de clientes tan grande, estas comunidades a menudo obtienen mejores ofertas y garantías, mejorando su experiencia general de banda ancha. Esta pérdida de poder de negociación podría socavar los esfuerzos por promover un mercado de banda ancha más competitivo, lo que llevaría a mayores precios para estos consumidores.

Si bien la propuesta de la FCC refleja un esfuerzo bien intencionado para promover la competencia y la elección del consumidor, sus posibles consecuencias plantean preocupaciones sobre la extralimitación regulatoria. En lugar de imponer una prohibición general, tal vez sea necesario un enfoque más matizado, uno que apunte al comportamiento anticompetitivo sin poner en peligro acuerdos beneficiosos entre inquilinos y proveedores de servicios de Internet.

A medida que la FCC avanza con su propuesta de reglamentación, es crucial lograr un equilibrio entre fomentar la competencia y defender los intereses de los consumidores. Empoderar a los consumidores y promover un mercado de banda ancha diverso y competitivo debe seguir siendo un tema central en la agenda regulatoria de la FCC.

Elizabeth Hicks es analista de asuntos estadounidenses en el Consumer Choice Center.

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