A partir de abril de 2026, los funcionarios de Hacienda en India podrían forzar no solo sus cajas fuertes y archivadores, sino también su WhatsApp, almacenamiento en la nube y chats cifrados. No se trata de un programa de vigilancia encubierta. Se trata de la Cláusula 247 de la nueva Ley del Impuesto sobre la Renta. Enmarcada como una actualización digital de las facultades de ejecución, la Cláusula 247 permite a los "funcionarios autorizados" anular contraseñas, romper cerraduras digitales y acceder a sistemas en la nube con la simple sospecha de que alguien oculta ingresos. En otras palabras, la simple sospecha, y no una orden judicial, pronto podría ser suficiente para justificar la intromisión en su vida privada.
La ministra de Finanzas, Nirmala Sitharaman, ha defendido la disposición citando victorias: 200 millones de rupias en fondos no declarados expuestos a través de mensajes de WhatsApp, dinero oculto rastreado mediante datos de Google Maps y vehículos de lujo rastreados a través de perfiles de Instagram. Sin embargo, victorias aisladas no justifican una extralimitación sistemática. Esta cláusula considera las herramientas digitales cotidianas que utilizan estudiantes, autónomos, propietarios de pequeñas empresas y familias como posibles escondites para la evasión fiscal. Un fundador de una startup que utilice Signal para comunicarse con sus clientes o un trabajador autónomo que almacene facturas en la nube podrían verse bajo sospecha, no por irregularidades, sino por usar cifrado.
El gobierno argumenta que simplemente está modernizando la aplicación de la ley. Pero existe una enorme diferencia entre entrar en el domicilio de alguien con causa probable y hurgar en sus chats, contactos y registros GPS sin supervisión judicial. No se trata solo de acceso, sino de confianza, proporcionalidad y derechos. Y aquí está el riesgo: una vez que la intrusión digital sin orden judicial para la declaración de impuestos se convierta en la norma, será más fácil que otras agencias sigan el ejemplo. Hoy, es el Departamento de Impuestos sobre la Renta. Mañana, podría ser cualquier rama del gobierno con una "razón para creer". Esto no es solo una teoría.
En Estados Unidos, las fuerzas del orden han emitido órdenes de geocercado a Google, recopilando datos de todos los dispositivos cercanos a una ubicación. Un ciclista fue señalado erróneamente como sospechoso simplemente por circular por una zona. En el Reino Unido, la aplicación de mensajería cifrada Signal se negó a cumplir con las solicitudes de entrega de datos porque físicamente no podía acceder al contenido, aunque quisiera. ¿La diferencia? Estos gobiernos al menos simulan someter dicho acceso a escrutinio judicial. La Cláusula 247 de la India omite ese paso. Permite que las autoridades fiscales, no los jueces, decidan cuándo y cómo se puede registrar la vida digital.
Y ese es un precedente peligroso. Desde la perspectiva del consumidor, esto erosiona la confianza en la economía digital de la India. Se anima a las personas a prescindir del efectivo, usar UPI, almacenar documentos en línea e interactuar con la infraestructura pública digital. Pero si esas mismas plataformas ahora están expuestas a intrusiones, los usuarios lo pensarán dos veces, y los innovadores podrían reconsiderar su desarrollo aquí. Se ha observado una resistencia similar a nivel mundial. Cuando países como Australia y el Reino Unido propusieron puertas traseras en el cifrado para las fuerzas del orden, las empresas tecnológicas advirtieron sobre el debilitamiento de la seguridad y la pérdida de confianza de los usuarios.
Si India sigue el mismo camino, corre el riesgo de obstaculizar la innovación y socavar su propia visión de una economía tecnológica. La solución no consiste en paralizar las herramientas de privacidad ni en tratar las comunicaciones cifradas como sospechosas. Se trata de simplificar, optimizar y respetar los derechos del cumplimiento tributario. Un mejor análisis de datos, códigos tributarios más claros y procesos supervisados por tribunales, y no el acceso administrativo a su teléfono, son el camino a seguir.
La Cláusula 247 puede estar destinada a combatir el dinero negro, pero en la práctica, crea una redada digital donde cada consumidor es sospechoso. Corre el riesgo de convertir su almacenamiento en la nube en una escena del crimen y sus chats en propiedad estatal. «La privacidad no es una laguna jurídica. El cifrado no es una señal de alerta. Y sus derechos no terminan donde comienzan sus datos».
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