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¿Ha mejorado la contaminación del aire a lo largo de nuestra vida?

La narrativa es que nuestra atmósfera y calidad del aire son más contaminadoque nunca, y para limpiarlo se requieren reformas económicas y sociales drásticas.

Pero en Estados Unidos ocurre todo lo contrario.

Según la EPA datos, la contaminación del aire, medida utilizando los seis contaminantes del aire más comunes, se ha reducido un 42 por ciento desde 2000. Esta medida considera la composición molecular de las partículas, ya sea humo, polvo u hollín.

Estas cifras pueden estar aumentando en algunos países en desarrollo donde la contaminación del aire es un problema mensurable, como China o India. Aun así, Estados Unidos ha logrado tomar un camino diferente.

Si bien parte de esto se debe a los programas de vigilancia y permisos de los reguladores ambientales federales y estatales, la abrumadora cantidad de reducción se ha generado en prácticas más limpias y eficientes de las propias industrias (incluidas la manufactura, la agricultura y la energía) como medio para reducir sus costos.

Por mucho éxito que hayamos tenido en la reducción de la contaminación del aire, una norma propuesta podría alterar esa disminución y poner en riesgo a muchas industrias y a los consumidores que dependen de ellas.

En enero, la Agencia de Protección Ambiental propuso una norma que limita la cantidad de partículas en suspensión de 12 microgramos por metro cúbico de aire a entre 9 y 10, buscando actualizar los Estándares Nacionales de Calidad del Aire Ambiental.

Esa regla está siendo examinada por la Oficina de Gestión y Presupuesto, lo que genera preocupaciones de que el drástico cambio regulatorio perjudicaría más que ayudaría.

En septiembre, 23 senadores republicanos envió una carta al administrador de la EPA instándolo a reconsiderar, citando el costo económico y su creencia de que reducir el estándar “produciría pocos o ningún beneficio ambiental o de salud pública mensurable”.

Esta decisión sigue a la reconsideración por parte de la EPA de la postura de la administración Trump sobre las partículas en junio de 2021, donde optó por mantener los Estándares Nacionales de Calidad del Aire Ambiental existentes de 12 microgramos por metro cúbico. La norma propuesta está a la espera de aprobación después de someterse a una revisión interinstitucional con la OMB.

La regla NAAQS es fundamental para regular las “fuentes principales” de contaminantes o modificaciones significativas de las fuentes existentes, como las plantas de energía y las instalaciones de fabricación. Según el estándar actual, la industria ha prosperado gracias a enfoques innovadores para la utilización de recursos. Sin embargo, el cambio propuesto podría obligar a los fabricantes y generadores de energía a reducir significativamente sus operaciones, lo que provocaría pérdidas de ingresos y recortes de empleos. Más importante aún, esto eventualmente aumentaría los costos o reduciría las opciones para los consumidores que dependen de esas industrias.

Si se implementa, el nuevo estándar sobre partículas podría paralizar los proyectos industriales y de fabricación, afectando iniciativas nuevas y continuas. El cumplimiento de la norma más estricta se convertiría en un desafío importante para las empresas, poniendo en peligro la fabricación, la generación de energía y otras actividades industriales vitales.

Irónicamente, esta medida podría obstaculizar el objetivo del presidente Biden de relocalizar los empleos manufactureros y establecer a la nación como líder en tecnologías de transición energética. En lugar de fomentar el crecimiento, la norma de la EPA corre el riesgo de sofocar la manufactura estadounidense, impulsando inversiones y empleos en el extranjero.

Las cifras cuentan una historia sombría. Según la Asociación Nacional de Fabricantes, la norma propuesta podría amenazar la actividad económica de $162.400 millones a $197.400 millones, poniendo en riesgo entre 852.100 y 973.900 puestos de trabajo. Además, es posible que 200 condados no puedan apoyar la actividad industrial si se adopta la norma.

En esencia, la norma propuesta por la EPA es una solución en busca de un problema. Esta medida, que castiga a la industria estadounidense, que se ha destacado en el logro de estándares de aire limpio, amenaza con desestabilizar la economía y penalizar a los consumidores. La OMB debe rechazar esta norma, reconociendo el potencial de graves repercusiones económicas y la carga innecesaria que supone para las empresas y los consumidores.

Publicado originalmente aquí

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