Por Antonella Marty, autora y politóloga argentina, e investigadora latinoamericana del Consumer Choice Center.
Hace veinte años, la Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) Fue una herramienta pionera que impulsó el tabaquismo a un primer plano en la agenda de salud mundial. Hoy en día, el CMCT sigue siendo una herramienta internacional crucial, pero la ciencia y la sociedad han avanzado, y si realmente aspira a seguir salvando vidas, necesita adaptarse. Al cumplir 20 años, el CMCT ignora algunas herramientas de reducción de daños, como el vapeo, gracias a su enfoque obsoleto.
Fumar sigue siendo una de las principales causas de muerte prevenible en todo el mundo. Está vinculado a seis de las ocho principales causas de mortalidad, incluyendo el cáncer de pulmón, la EPOC y las enfermedades cardiovasculares. Según las estimaciones mundiales más recientes, el consumo de tabaco causa más de ocho millones de muertes al año, y aproximadamente una de cada cinco está directamente relacionada con enfermedades cardíacas. La buena noticia es que dejar de fumar tiene un impacto casi inmediato: el riesgo cardiovascular se reduce a la mitad en tan solo unos años.
Pero la conversación actual no puede limitarse a simplemente instar a la gente a dejar de fumar. No todos pueden, o quieren, dejar de consumir nicotina de la noche a la mañana. Por eso, las estrategias de reducción de daños han cobrado fuerza en los debates sobre salud pública. La Alianza Mundial de Vapeadores ha elaborado un informe. “Repensando el control del tabaco: 20 lecciones de reducción de daños que el CMCT debería tener en cuenta, " Para destacar estos desafíos y oportunidades. El informe reciente ofrece 20 lecciones claras: los países que han adoptado enfoques flexibles, basados en datos y centrados en las personas están experimentando las disminuciones más impresionantes en las tasas de tabaquismo. Suecia, Nueva Zelanda y el Reino Unido han reducido drásticamente el tabaquismo al dar cabida a alternativas como el vapeo o las bolsitas de nicotina.
Lamentablemente, muchos gobiernos aún optan por la vía contraria. En Latinoamérica, países como Argentina, Brasil, México, Nicaragua, Panamá, Uruguay, Venezuela y Surinam mantienen prohibiciones totales a los cigarrillos electrónicos. La prohibición de MéxicoLa ley, vigente desde 2022, solo ha convertido el vapeo en un mercado negro desregulado y peligroso. Panamá ha ido aún más lejos al prohibir también el tabaco calentado, lo que ha desatado batallas judiciales sobre los derechos de los consumidores. Mientras tanto, Perú se enfrenta a una serie de vacíos legales que dejan a los consumidores expuestos, y solo recientemente Colombia ha avanzado hacia un marco regulatorio equilibrado. Incluso en España, el gobierno ha introducido impuestos especiales al vapeo y está considerando restricciones a los sabores, tratando estos productos de la misma manera que los cigarrillos tradicionales. Si bien estas medidas pueden tener buenas intenciones, corren el riesgo de limitar opciones menos perjudiciales para quienes intentan dejar de fumar.
Prohibir los sabores o restringir el acceso a tecnologías de reducción de daños con el pretexto de proteger a la juventud puede parecer noble, pero en la práctica, penaliza a millones de adultos, especialmente a los más vulnerables. En lugar de reducir los daños, estas políticas suelen acabar agravando las desigualdades en salud. Un mejor enfoque es centrarse en campañas de educación y concienciación dirigidas a los jóvenes, ayudando a prevenir la iniciación y el acceso a los productos de nicotina.
El CMCT debe modernizarse. La reforma se centra en priorizar a las personas, centrándose en resultados reales en lugar de una ortodoxia rígida. La salud pública no puede permitirse ignorar los contextos nacionales. Grupos como la Alianza Mundial de Vapeadores, que reúne a más de 150.000 consumidores y organizaciones de defensa de derechos en todo el mundo, han estado pidiendo precisamente esto: un enfoque basado en la evidencia y los derechos individuales. En Argentina, por ejemplo, WVA ha estado impulsando para que el gobierno tome medidas y actualice las restricciones de larga data que ya no se alinean con la ciencia actual, pero hay una falta de voluntad política del gobierno para hacer cambios.
Cada país tiene derecho a trazar su propio camino hacia un futuro sin humo. Se salvan vidas con políticas inclusivas y realistas que permiten a las personas tomar decisiones informadas. Si el CMCT quiere seguir siendo relevante durante los próximos veinte años, debe promover un futuro donde las personas tengan más opciones, más libertad y, en última instancia, mejor salud.
