Eficiencia gubernamental: Sí; Obstáculo a la innovación médica: No

En todo Estados Unidos, varias políticas emergentes están poniendo en riesgo tanto la innovación médica como el acceso de los pacientes a medicamentos que salvan vidas.

Aunque estas medidas suelen promocionarse como iniciativas para reducir los costos de la atención médica y lograr un mayor control nacional, podrían terminar limitando el acceso a nuevos tratamientos y ralentizando el progreso científico. Los pacientes tienen fuertes motivos para preocuparse por las consecuencias a largo plazo.

Una preocupación importante es una reciente orden ejecutiva del presidente Donald Trump que vincula los precios de los medicamentos de Medicaid a los de las “naciones más favorecidas”, limitando así los precios en Estados Unidos a los niveles que pagan los países con controles de precios impuestos por el gobierno.

Aunque parezca una medida de ahorro, esto podría desestabilizar los sectores farmacéutico y biotecnológico. Con la disminución de los ingresos, las empresas podrían reducir la inversión en investigación y desarrollo, dejando a los futuros pacientes sin acceso a curas de última generación.

Otro tema tiene que ver con los cambios de liderazgo en el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).

El nombramiento del Secretario Robert F. Kennedy Jr., quien tiene un historial de promover afirmaciones desacreditadas sobre vacunas y productos farmacéuticos, pone en duda si estas instituciones seguirán apoyando la ciencia basada en la evidencia y la innovación médica. Debilitar este compromiso podría frenar el progreso en áreas críticas de la atención médica.

El recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), dirigido por Elon Musk hasta el 28 de mayo, también ha provocado una disrupción imprevista. La salida de 3500 empleados de la FDA ha generado una gran confusión dentro de la agencia.

Si bien la racionalización del gobierno es un objetivo legítimo, este nivel de reducción ya ha dificultado a las empresas biotecnológicas identificar puntos de contacto para los ensayos clínicos. Como resultado, algunas empresas podrían dejar de priorizar a Estados Unidos para el desarrollo de fármacos, privando a los pacientes estadounidenses de acceso temprano a tratamientos que podrían salvarles la vida, disponibles a través de ensayos clínicos.

Los retrasos en la aprobación de medicamentos son cada vez más frecuentes debido a la escasez de personal y la confusión operativa. Esto es especialmente devastador para quienes padecen enfermedades sin cura actual, para quienes el tiempo no es un lujo.

Cualquier retraso en el desarrollo de un fármaco podría traducirse en pérdida de vidas.

Para agravar la lista de preocupaciones, el Departamento de Comercio de EE. UU. ha iniciado una investigación sobre la imposición de aranceles a los medicamentos y sus principios activos. Si bien el objetivo es fomentar la fabricación nacional, el resultado a corto plazo probablemente sería un aumento en el costo de los medicamentos para los pacientes.

Para una nación que ya gasta casi 20% de su producto interno bruto en atención médica, una medida de este tipo podría afectar aún más la asequibilidad y el acceso.

En conjunto, estos cambios de política —límites de precios vinculados a índices de referencia extranjeros, liderazgo incierto de las agencias, disrupción regulatoria y posibles barreras comerciales— no resuelven los problemas estructurales del sistema de salud. Al contrario, amenazan con agravarlos, especialmente para los pacientes que dependen de la innovación para futuras opciones de tratamiento.

En lugar de limitar el sistema, la administración Trump debería impulsar reformas audaces pero inteligentes. Estas podrían incluir la autorización recíproca de aprobaciones de medicamentos por parte de agencias internacionales de confianza como las de Europa y Japón, la eliminación de aranceles y barreras no arancelarias a los productos farmacéuticos, y un mayor apoyo a políticas basadas en la ciencia.

Innumerables enfermedades siguen sin cura. Restringir la innovación en nombre del ahorro a corto plazo podría ser una sentencia de muerte para los pacientes que esperan avances.

El camino hacia una atención médica mejor y más asequible no consiste en reprimir los descubrimientos, sino en aceptarlos.

Publicado originalmente aquí

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