Recientemente, la Unión Europea decidió imponer aranceles a las importaciones de vehículos eléctricos procedentes de China. El motivo es que el gobierno chino subvenciona la fabricación de coches eléctricos, lo que pone en desventaja a los fabricantes de automóviles europeos.
Recientemente, Estados Unidos impuso un drástico aumento de los aranceles hasta 100% del valor de importación del coche, lo que significa que la pequeña presencia de coches eléctricos chinos en el mercado estadounidense se mantendrá. Hasta ahora, Europa aplicaba aranceles de 10%, que ahora se incrementarán hasta entre 17,4% y 37,6% según la marca.
SAIC se enfrenta a un nuevo arancel sustancial de 37,61 TP3T. Como empresa estatal, SAIC actúa como socio chino tanto de Volkswagen como de General Motors. Además, es propietaria de la marca MG, que produce el MG4, uno de los vehículos eléctricos más vendidos en Europa.
Por el contrario, BYD, el mayor fabricante de vehículos eléctricos de China, está sujeto a un arancel adicional de 17,41 TP3T en sus envíos a la Unión Europea. Geely, la empresa matriz de la sueca Volvo, se enfrentará a un arancel adicional de 19,91 TP3T.
La proporción de vehículos eléctricos vendidos por fabricantes chinos en la Unión Europea aumentó significativamente, pasando de apenas 0,4% del mercado general de vehículos eléctricos en 2019 a casi 8%.
Lo más probable es que los aranceles se impongan hacia finales de año, ya que se espera que el gobierno chino tome una decisión sobre los aranceles de represalia. Pekín ha atacado a los productos agrícolas europeos, como los productos lácteos franceses, que considera que están injustamente subsidiados por la Unión Europea.
Paradójicamente, algunos fabricantes de automóviles europeos que producen piezas para sus vehículos en China también se verán afectados por los aranceles de la UE.
En definitiva, esta guerra comercial está llena de incoherencias políticas. Por un lado, resulta terriblemente extraño que la UE autorice la importación de vehículos eléctricos asequibles al mercado europeo y, al mismo tiempo, declare que necesita electrificar el sector de la movilidad, que aparentemente es una necesidad inmediata e importante.
Pero también es cierto que la estrategia china de subvencionar de forma transparente su industria automovilística viola todos los principios del comercio libre y justo y perjudica injustamente a los productores europeos. Es una versión política de tener el pastel y comérselo también.
La respuesta de China en materia de productos agrícolas también es correcta. Incluso hoy, el mayor gasto de la Unión Europea sigue siendo en subsidios agrícolas para productores que no se conforman con producir para el mercado local, sino que entran a los mercados extranjeros con productos competitivos y baratos.
Si China es el principiante en lo que se refiere al uso de subsidios, nosotros somos los expertos.
La mejor manera de resolver este dilema sería que Europa fuera más decidida: o China sigue siendo un socio comercial fiable, en cuyo caso las reglas deberían ser más claras (mediante tratados), o la UE debería responder a las prácticas comerciales desleales con verdaderos embargos.
Esto no quiere decir que estas medidas drásticas sean necesarias en última instancia, pero es un llamamiento a la UE para que sea más decidida. Mientras tanto, debe darse cuenta de que una forma más eficaz de estimular la construcción de automóviles europeos y sus ventajas competitivas es crear incentivos mediante la libertad económica.
Europa tiene una rica historia en la fabricación de automóviles: contamos con diseñadores, ingenieros y experiencia de fabricación de gran calidad; deberíamos ser capaces de crear un entorno regulatorio y fiscal que fomente una mayor producción, en lugar de intentar resolver el problema con subsidios a través de un comité central.
Al final del día, los aranceles perjudican a los consumidores de ambos lados, en beneficio del Tesoro.
Si los consumidores chinos terminan pagando más por los productos lácteos, será una pérdida tanto para los fabricantes franceses de lácteos como para los chinos, que aprecian los productos europeos. Si los europeos pagan más por los vehículos eléctricos chinos, se dificultará nuestra transición energética, se reducirán las opciones y se disminuirá la competencia necesaria para que el mercado prospere.
Las políticas mezquinas de aranceles simbólicos son malas para todos. Es cierto que China, por la naturaleza de su régimen totalitario, es un caso especial, pero su creciente mercado de consumo también es una oportunidad que no queremos desaprovechar.
Es hora de que los responsables políticos piensen en estas cuestiones de largo plazo.
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