Cuotas, aranceles y el precio que pagas

Se dice que India está a punto de firmar un acuerdo comercial histórico con Estados Unidos, y si se hace bien, podría significar más que solo victorias políticas y cifras de exportación. Podría significar más opciones, precios más bajos y mejores productos para los consumidores indios. Pero aquí está el truco: bajo los titulares sobre "cero aranceles" se esconden cuotas en letra pequeña, exenciones selectivas y un proteccionismo tradicional disfrazado de política estratégica. Lo que se presenta como liberalización comercial podría acabar mimando a las industrias tradicionales a expensas de las mismas personas a las que se supone que la economía debe servir.

Los aranceles no solo restringen el comercio; también restringen la elección, inflan los precios y penalizan la innovación. Ya sea una pieza de automóvil más segura, un medicamento contra el cáncer más eficaz o un equipo de última generación, el usuario final siempre paga el precio del proteccionismo. Eso no es soberanía; es el gobierno priorizando sus necesidades. Los consumidores indios llevan mucho tiempo soportando el coste de los elevados aranceles de importación. Tomemos como ejemplo el sector automovilístico: mientras que los fabricantes nacionales han crecido bajo los muros arancelarios, los consumidores han pagado más por dispositivos de seguridad menos obsoletos, una menor eficiencia de combustible y opciones limitadas de vehículos eléctricos. No es casualidad que Tesla retrasara su entrada al mercado indio, alegando el arancel de importación del 100 % sobre los coches completamente ensamblados. Incluso productos esenciales como los dispositivos médicos tienen precios inflados debido a los impuestos de importación. Pregúntele a cualquier padre que importe fórmula especial para un niño con alergias graves, que a menudo no se encuentra en el país, y escuchará la misma frustración: ¿por qué se nos penaliza por necesitar un producto que nuestro mercado no ofrece? Quienes apoyan los cupos los consideran una forma "equilibrada" de impulsar el comercio y, al mismo tiempo, proteger la industria nacional. Pero las cuotas no protegen al consumidor. Racionan su acceso. Una vez alcanzado el límite, los precios suben, las opciones desaparecen y surgen mercados negros. Esto ha sucedido con todo, desde la electrónica hasta el alcohol, en todo el mundo. La escasez artificial siempre invita a la distorsión. En el Centro de Elección del Consumidor, creemos que los consumidores, y no los burócratas, son los más indicados para juzgar lo que es razonable, asequible y necesario.

Los acuerdos comerciales deberían reflejar eso. El objetivo del comercio entre Estados Unidos y la India no debería ser solo la alineación geopolítica. Debería ser la abundancia económica. El primer ministro Modi y el presidente Trump discutieron aumentar el comercio bilateral a 1.4 billones de dólares para 2030. Esa ambición es bienvenida. Pero no se logrará con medidas a medias ni con asteriscos en promesas de "cero aranceles". Sí, la India debe apoyar a sus industrias, pero no tratando a los consumidores como daños colaterales. El proteccionismo a menudo defiende el pasado, no el futuro. Y para que la innovación prospere, los mercados deben ser abiertos, no cerrados tras sistemas de cuotas y muros arancelarios. Los consumidores indios no son receptores pasivos de la benevolencia estatal. Son participantes activos en el mercado global.

Desde los trabajadores tecnológicos que buscan mejor hardware hasta los médicos que buscan dispositivos vitales, las personas merecen la libertad de elegir qué comprar, a quién y a qué precio. Si los legisladores se toman en serio el empoderamiento de los consumidores, deben respaldar un acuerdo comercial que elimine las barreras, no que las reconstruya con límites de cuotas. Una política de "cero aranceles" con límites es una contradicción. Es proteccionismo disfrazado. Lo que India necesita es una verdadera apertura y un comercio que fomente la competencia, recompense la innovación y priorice a los consumidores. La libertad económica no termina en la puerta de la fábrica; termina en la caja. India tiene la oportunidad de liderar, no solo como potencia estratégica, sino como defensora de la prosperidad impulsada por el consumidor. Pero eso comienza con una idea simple: confiar en los consumidores. Dejar que elijan.

Publicado originalmente aquí

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