El concierto de Coldplay en Mumbai comenzó como un simple evento musical, pero ahora se ha convertido en un símbolo de la creciente frustración con las prácticas de venta de entradas y reventa.
A los pocos minutos de que las entradas se pusieran a la venta en BookMyShow, se agotaron, para luego reaparecer en plataformas de reventa a precios mucho más altos. Esta situación es naturalmente frustrante para los fans, pero nos impulsa a pensar más en la economía de la oferta y la demanda relacionada con los conciertos, y en soluciones que funcionen en lugar de resultar en controles de precios y otras respuestas destructivas que han fracasado repetidamente cada vez que se han intentado.
El entusiasmo de los fans por los conciertos se ha visto empañado por un problema conocido: hay menos entradas que fans, lo que da lugar a un arbitraje económico (que se denuncia habitualmente como reventa de entradas). Minutos después de que se pusieran en marcha las ventas de entradas en BookMyShow, las entradas ya se habían vendido, pero reaparecieron en plataformas de reventa como OLX a precios más altos. Inicialmente, las entradas tenían un precio de entre 2.500 y 12.000 rupias, pero volvieron a aparecer en el mercado y se vendieron por hasta 900.000 rupias. Desafortunadamente, esta situación no es nueva.
Los fans de todo el mundo llevan años lidiando con las repercusiones de las prácticas de venta de entradas sesgadas. Ya se trate de la gira de reunión de Oasis en el Reino Unido o de la gira Eras de Taylor Swift en los Estados Unidos, las principales plataformas de venta de entradas como Ticketmaster han sido acusadas de no proteger a los fans reales de los bots y los revendedores, lo que ha provocado la indignación pública y ha invitado a la intervención de las autoridades reguladoras. El concierto de Coldplay es un ejemplo perfecto que pone de relieve la necesidad de aportar soluciones innovadoras a este problema.
En una nación de 1.400 millones de habitantes, la demanda de conciertos en vivo eclipsa ampliamente la oferta, especialmente cuando artistas globales como Coldplay toman el escenario y cuando el número de lugares y eventos es limitado. Con su primera actuación en vivo desde 2016, 13 millones de fanáticos ansiosos corrieron para conseguir una de las 90.000 entradas disponibles en BookMyShow, la plataforma de venta de entradas. La inevitable prisa provocó que el sitio web colapsara debido al tráfico y a que varios otros actores entraran a vender las entradas a precios elevados. La demanda de Coldplay es incuestionable, pero el hecho de que las entradas se revendieran por casi cien veces el precio original es una señal de mercado que debemos tomar en serio.
Es tentador pensar en los precios como decisiones puramente administrativas (el capricho de empresas como Ticketmaster) y centrarse en encontrar el precio “adecuado” para la ocasión. Por ello, las autoridades han contemplado la introducción de controles de precios, estableciendo un tope legalmente obligatorio de modo que cada entrada sea más barata que el número establecido, a menos que las empresas y los vendedores quieran enfrentarse a sanciones o a prisión. Por muy tentadores que puedan ser, los controles de precios no borran la realidad subyacente de que hay menos asientos que aficionados. Al indicar a los compradores que hay más lugares para conciertos de los que realmente hay, los topes dan lugar a escasez, lo que significa colas de horas o días para cualquiera que espere para ir al concierto.
En el mejor de los casos, los controles de precios desperdician el tiempo, la energía y los recursos de todos, ya que ni los vendedores, ni los compradores ni los propios artistas se benefician de una espera excesiva, y mucha gente nunca llega a ver el espectáculo. En el peor de los casos, empujan la realidad subyacente al mercado negro y hacen que los consumidores estén menos seguros. Por otro lado, los precios dinámicos son una solución real al problema, ya que permiten que los precios funcionen como la señal de disponibilidad que suelen hacer y cambien en tiempo real para reflejar las condiciones subyacentes. Este concepto ha sido utilizado de forma destacada por las industrias de la hospitalidad y la aviación durante años para regular la demanda fluctuante sin limitar el número de entradas por persona ni instalar techos artificiales. Esto lo hace especialmente eficaz para los conciertos de alto perfil, ya que garantiza que los precios se basen en la demanda sin romper la experiencia con ofertas escalonadas.
Este método garantiza que las entradas se vendan al precio máximo que los consumidores están dispuestos a pagar y al precio mínimo que los vendedores pueden aceptar. Este método también minimiza la cantidad de entradas sin vender y permite que más fanáticos tengan oportunidades justas de conseguir entradas en varios rangos de precios, eliminando el mercado de revendedores de entradas en primer lugar. Adaptar los precios según la demanda también hará que el sistema de venta de entradas sea más accesible, lo que permitirá que la plataforma capture el valor directamente, lo que se refleja en la inversión (como más salas y mejor calidad de sonido), mejorando así la experiencia del consumidor y permitiendo que todos disfruten de la diversión de la música.
Una de las objeciones a la fijación dinámica de precios es la posible desigualdad, ya que sólo los aficionados más adinerados pueden permitirse pagar algunas entradas. Sin embargo, el enfoque más transparente y estructurado de la fijación dinámica de precios es una ventaja para los menos adinerados, ya que pueden ser los primeros en adquirir entradas y planificar con antelación. Dejemos que quienes puedan pagar más paguen el precio más alto de llegar tarde a la fiesta. Y, por supuesto, permitir que los aficionados tengan más posibilidades de comprar entradas legalmente es infinitamente más justo que el mercado negro.
El concierto de Coldplay en Mumbai ha vuelto a poner de manifiesto las deficiencias de la industria de la venta de entradas. Pero en lugar de repetir el mismo ciclo de indignación de los fans y caídas de las plataformas, es hora de que la India tome la iniciativa en la lucha contra la reventa de entradas. Si dejamos de lado políticas destructivas como los controles de precios y optamos por permitir la fijación dinámica de precios, podemos crear un sistema más justo que permita a los fans genuinos disfrutar de la música en directo y pasar un buen rato.
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