¿Por qué Canadá sigue las directrices de la ONU en su guerra contra los fumadores?

La mayoría de los canadienses probablemente nunca han oído hablar del Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), un tratado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que celebra su vigésimo aniversario este año. Sin embargo, Canadá no solo firmó y ratificó este tratado, sino que también ha cumplido con sus regulaciones durante dos décadas.

Canadá no está solo, ya que 182 países firmaron el tratado, lo que representa alrededor del 90 por ciento de la población mundial.

El control regulatorio que tiene el CMCT sobre las políticas canadienses en materia de tabaquismo y reducción de daños ha resultado lamentablemente en un enfoque rígido y contrario a la reducción de daños que perjudica activamente a los fumadores canadienses que están desesperados por dejar de fumar.

Los objetivos del CMCT parecen razonables a primera vista: fumar es perjudicial para la salud, y que los fumadores cuenten con los recursos necesarios para dejar de fumar es esencial para que puedan llevar una vida más sana. El gobierno de Canadá informa que 3,8 millones de canadienses fuman, y ayudarles a dejar de fumar sería un gran logro.

Sin embargo, el modelo burocrático y ultracentralizado del CMCT no permite la evolución de la tecnología y la innovación que realmente ayudan a reducir los daños a los fumadores.

Tampoco permite el conocimiento local individualizado que cada país posee a la hora de determinar cuál podría ser la mejor política para su población. Su obsesión por la abstinencia y la discriminación contra los fumadores no les permite alcanzar los objetivos que se han fijado.

Cuando Canadá se adhirió al CMCT, se puso manos a la obra para implementarlo en la legislación y la reglamentación. Si bien hay mucho que decir sobre la utilidad de las normas implementadas en relación con los cigarrillos, lo que es aún más importante es cómo estas normas han afectado la capacidad de los fumadores para dejar de fumar, de tal manera que les dificulta dejarlo.

Por ejemplo, Canadá trata las ayudas para la reducción de daños, como los cigarrillos electrónicos y los productos de calentamiento sin combustión, como si fueran tan perjudiciales como los cigarrillos tradicionales. Al hacerlo, perjudican gravemente las posibilidades de que un fumador deje de fumar y lleve una vida más saludable. En lugar de pregonar la utilidad de un producto como los cigarrillos electrónicos (más conocidos como productos de vapeo), que Salud Pública de Inglaterra ha admitido que son al menos 95% menos dañinos que los cigarrillos tradicionales, Canadá ha diseñado su sistema regulatorio para que se ajuste a los objetivos del CMCT.

Canadá prohíbe los nombres de sabores que consideran atractivos para los jóvenes y solo permite nombres de ingredientes que indiquen hechos reales, como "mentol". Algunas provincias, como Nueva Escocia y la Isla del Príncipe Eduardo, han llegado incluso a prohibir todos los sabores en los cigarrillos electrónicos.

El problema aquí es que los productos de vapeo saborizados juegan un papel vital para dejar de fumar, y las investigaciones muestran que aumentan las tasas de éxito de dejar de fumar en adultos en un asombroso 230%.

La importancia de los sabores es innegable. No son simples trucos de marketing ni herramientas para atraer a los jóvenes —como a menudo se tergiversa—, sino potentes herramientas de apoyo conductual para fumadores adultos que buscan liberarse del tabaco combustible.

Al descartar los sabores en forma generalizada, los reguladores pueden pensar que están protegiendo a los jóvenes, pero en realidad están condenando a los fumadores adultos a menos opciones y a mayores tasas de recaída.

Esta política perjudicial está influenciada por los artículos 9 y 10 del CMCT, que fomentan la regulación del contenido y la información de los productos de tabaco, y el artículo 16, que apoya una política que supuestamente protege a los menores al reducir el atractivo de un producto.

Pero más allá de la ciencia, se esconde un problema más profundo y político: la extralimitación del CMCT en la soberanía nacional. En su estructura actual, el CMCT actúa menos como un tratado rector y más como una directiva universal. Los países que adaptan sus políticas a las necesidades de su población —como Japón, con la legalización de los productos de calentamiento sin combustión, y el snus en Suecia— suelen ser tratados como excepciones o incluso como alborotadores por los burócratas del CMCT.

Es imposible para una organización tan insular y centralizada saber qué es lo mejor para los fumadores en Canadá, o en cualquier otro país en particular.

Un enfoque más centrado en Canadá puede permitir la aceptación e incluso el estímulo de la innovación, como la invención de nuevas tecnologías de calor sin combustión que permiten a quienes desean dejar de fumar ingerir nicotina sin el 90-95% de las toxinas y carcinógenos que se encuentran en los cigarrillos.

Este es un gran paso en el camino hacia el abandono del tabaco, y sin embargo, Canadá jamás lo consideraría bajo la influencia del CMCT. En Japón, el mercado de cigarrillos se ha reducido a la mitad en poco más de una década, pasando de un 19,61% de su población fumante a tan solo un 10,81% entre 2014 y 2023. De hecho, un estudio muestra que si la mitad de los fumadores japoneses cambiaran los cigarrillos por cigarrillos de calentamiento en lugar de combustión, el ahorro en atención médica equivaldría a más de 4.300 millones de dólares.

En Suecia, la tasa de tabaquismo se sitúa en el 5%, algo que se ha conseguido adoptando el 'snus' (bolsitas de tabaco) y las bolsitas de nicotina (bolsitas de nicotina), que son 95% y 99% menos dañinas que los cigarrillos, respectivamente.

La política sanitaria no es, ni debería ser jamás, una cuestión de conformidad ideológica. Debe basarse en datos, ser sensible al contexto y, en última instancia, rendir cuentas a los gobiernos nacionales y a sus ciudadanos.

Países como Japón y Suecia, que han ignorado el CMCT, en realidad han podido lograr lo que éste no puede: que haya menos gente fumando cigarrillos.

La imposición de prohibiciones generalizadas o normas rígidas por parte de organismos internacionales socava la gobernanza democrática e ignora las diferencias culturales, económicas y científicas entre países. Los fumadores canadienses que desean dejar de fumar merecen un enfoque flexible e innovador que no tenga que conformarse con organismos internacionales anclados en el pasado.

Publicado originalmente aquí

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